El otro día aparecí con una nota sobre un diccionario en línea para consultar palabras de cualquier variedad de árabe. Yo estaba muy feliz. Por supuesto, es una herramienta en construcción y no parece que la haya detrás la mano de un filólogo/a; sin embargo, como dije, puede sacarte de alguna duda que otra. Es útil para salir del paso.
Ahora podría decir eso de: no creerás lo que pasó a continuación (ja,ja,ja). Seguro que te lo estás preguntando… Pues sigue, que te lo cuento.
Descubrí que aquello que siempre he escuchado desde que empecé a a estudiar árabe podía ser un error de bulto; una confusión o una mala descripción del funcionamiento del árabe por parte de los estudiosos del árabe. (Este es el momento en que te quedas con cara de horror; sí, lo sé. A mí me pasó lo mismo). En ese instante, me vino a la cabeza el meme con la imagen de una pintada que deambula por las redes sociales: «emosido engañados, arabistas». (El «arabistas» se lo añado yo porque me parece que queda bien, ¿o no?).
En mi infinita ingenuidad, yo había escrito: «buscaba la raíz de la que provenía» y Antonio Giménez Reíllo me preguntó en los comentarios: «¿y por qué tiene que derivar de una raíz?». Me tuve que frotar los ojos, oye. «¿No se puede hablar de raíces? Entonces, Antonio te deja un enlace maravilloso que, después de un primer vistazo, me pregunté por qué nadie me explicó esto antes?
Ahora mismo estoy leyendo el artículo de Pierre Larcher que me enlazó Antonio Giménez Reíllo sobre por qué hablar de raíces en relación a la semántica árabe no es adecuado; es un ejercicio magnífico de desaprendizaje y esclarecimiento mental. Confieso que, cuando hoy hablar de raíces al comienzo de la carrera, no me pareció chocante. Al fin y al cabo, en castellano también dividimos las palabras en lexemas, morfemas y/o derivamos las palabras, salvo aquellas que son invariables (he simplificado mucho, lo sé). Sin embargo, no ocurre lo mismo con el árabe cuando hablamos de él como lengua extranjera. (No es lo mismo una gramática de L1 que de LE; aunque ambas describen la misma realidad, no están dirigidas al mismo público. Bueno, ya estoy pensando en voz alta otra vez).
Ahora entiendo la confusión tan grande que sentía cuando buscaba en el diccionario bilingüe y me encontraba con que una palabra podía significar algo y su contrario al mismo tiempo. Como nadie pudo explicármelo en su momento, terminé por aceptar que era así y punto (tantas son las materias que se aprenden así que una más no importaba).
En fin, cuando consiga tener unos pensamientos y reflexiones decentes que enseñarle al mundo sobre mi desaprendizaje en relación a las raíces en árabe, los traeré aquí por si son de utilidad para alguien. ¿Por qué hacer esta tarea si nada tengo que ver con el mundo académico? Por orgullo y por hacerme la vida más fácil.
Bueno, no es que hablar de raíces, así en general, no sea adecuado: todo parece indicar que en la mente de los hablantes las raíces funcionan como lexemas, como «independent morphological units» (https://www.mitpressjournals.org/doi/abs/10.1162/002438900554497). Lo inadecuado es decir que las palabras árabes derivan de dichas raíces, cuando lo hacen, como sostenían los gramáticos árabes tradicionales y recuerda Larcher en otro artículo suyo (https://books.openedition.org/enseditions/1036), «d’une base concrète (la racine étant la trace de la base dans le dérivé)», que no es sino otra palabra: un verbo, un مصدر o un sustantivo. Así, p. ej., مكتب y مكتبة no vienen de K-T-B, sino del verbo كتب/يكتب y del sustantivo كتاب respectivamente (cf. http://www.reefnet.gov.sy/education/kafaf/Bohoth/AsmaZamanMakan.htm). Prueba de ello es que los verbos trasladan a sus derivados vocales y consonantes que no forman parte de la raíz (p. ej., يفعِل > مفعِل).
Aquí, de nuevo, Larcher (https://www.academia.edu/29617711/Derivation_Encyclopedia_of_Arabic_Language_and_Linguistics_volume_I_A-Ed_p._573-579._Brill_Leiden._2006_pre-print_version_) es muy ilustrativo, recordándonos que son las raíces y los patrones los que se derivan de las palabras y no al contrario (p. 327) y que, en un plano semántico, «even when the word is morphologically based on the root, this root never has a meaning of its own but always acquires a meaning as a trace of either a verb or a noun, not necessarily the simplest form of the verb or the noun»; por lo que «there is no derivation except from word to word» (p. 328).
Desde un punto de vista didáctico, el estudiante de árabe como lengua extranjera ha de desarrollar la competencia de conjeturar el «lexema discontinuo» (la raíz) de las palabras tanto para buscarlas en diccionarios impresos (algo cada vez menos indispensable) como, sobre todo, para reconocer, e incluso prever, su relación con otras, lo que puede facilitar su aprendizaje. El error, a mi modo de ver, está en convertir en un fin mismo, por no decir en una operación matemática («hallar la raíz», «despejar las vocales», etc.), lo que es un medio y no siempre eficaz ni garantizado.
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Entiendo todo lo que me explicas, Antonio. Sin embargo, como le he dicho en diversas ocasiones a mis alumnos: hasta que no puedas exponerlo con tus propias palabras, no lo habrás asimilado ni demostrarás que lo he aprendido. Así que voy a aplicarme el cuento.
Entiendo que no es incorrecto hablar de raíces porque, al fin y al cabo, el árabe no difiere en esto del español, por ejemplo. En el caso de este último, a partir del lexema se van añadiendo prefijos y sufijos para modificar el significado de la palabra. ( Por ej: libro (sustantivo), librería (lugar donde se vende el libro), librero (persona que vende libros). En árabe, desde este punto de vista, ocurre algo similar, se deriva a partir de «lexemas discontinuos» (me gusta esta descripción). Me pregunto si no sería más operativo, decirle al alumno que hay tres tipos de palabras en árabe: nombres, verbos y partículas. (Aunque, en principio, dependiendo de si vas a ser filólogo o no, puede ser más o menos indicado tener este conocimiento). Para a partir de ahí enseñarle a distinguir los tipos de palabras (yo no sé la de tablas que hice con este fin).
En cuanto a las operaciones matemáticas, quizá, se pierde demasiado tiempo en ellas. Al final, no es operativo dedicarle la cantidad de tiempo que se le dedica y crea un hábito poco eficaz. Mira el tiempo que perdí tratando de saber cuál era la raíz de Belki/Berki y buscando en el diccionario de papel la raíz por seguir una mala costumbre; eso sí, yo pensaba que era buena. (Anda que yo, también tengo delito). Es cierto que conocer la raíz puede ayudarte a hacer una derivación morfológica; pero a nivel semántico no te ayuda a conocer el significado cuando hablamos del árabe. Pensándolo bien, plantearlo así crea confusión en el estudiante de árabe porque te lleva a pensar que a partir de la forma que adopta la raíz puedes inferir el significado y esto no es así.
Lo dicho, me estoy metiendo en un jardín otra vez porque no sé si voy bien encaminada. Voy a rumiar esto a ver si la próxima vez puedo explicarlo de forma comprensible para otros. Eso será un triunfo (ja,ja,ja).
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