Por Silvia R. Taberné (@Silvia84)
Porque son mucho más que tres libros cortos que con cierto maniqueísmo comparan al honesto comisario Llob con el entramado de fanáticos y corruptos que pululan por la capital argelina.
Silvia R. Taberné
El escrito sirio-alemán Suheil Fadel, más conocido como Rafik Schami, comentaba en su libro Sofía y el origen de todas las historias que la novela negra no era tema recurrente en la literatura árabe, quizás porque para ‘negra’ la historia de golpes de Estado y dictaduras de muchos de estos países que no dejan espacio para más casos truculentos inventados.
La verdad es que no sabría apreciar el peso e importancia de este género en la literatura de la zona y desconozco si las novelas argelinas han llegado a manos del escritor sirio, pero lo que es seguro es que el Argel en los años 90 daba para convertirse en protagonista de este género y otro escritor, también bajo pseudómino, lo supo ver: Mohammed Moulessehoul, mucho más conocido internacionalmente por Yasmina Khadra.
Es precisamente con las novelas negras que componen la Trilogía de Argel con los que el escritor argelino alcanzó la fama internacional, algo que conllevó el tener que escribir bajo otro nombre para evitar la censura, tema que aparecerá en el protagonista, Llob, escritor en sus tiempo libre. Y lo entendemos. Porque son mucho más que tres libros cortos que con cierto maniqueísmo comparan al honesto comisario Llob con el entramado de fanáticos y corruptos que pululan por la capital argelina.
El punto fuerte de esta trilogía no son los casos en sí, a saber: corruptos demasiado listos o con demasiado poder -o eso creen- que se alían con terroristas fanáticos y un amplio abanico de crápulas de baja estofa a los que nuestro protagonista debe pararles los pies.
El punto fuerte, como decimos, es el que convierte a la ciudad y sus habitantes comunes en verdaderos protagonistas de la novela.
El punto fuerte, como decimos, es el que convierte a la ciudad y sus habitantes comunes en verdaderos protagonistas de la novela. Y es que si se quiere descubrir un país, más que sesudos ensayos, no hay nada como sumergirse en su propia literatura.
Khadra nos habla de la oportunidad desperdiciada de la década de los 90, de la violencia que llevó a que más de 70 periodistas fuesen asesinados en apenas una década y que muchos intelectuales tuviesen que exiliarse si no querían perder la vida, del miedo al salir de casa y no saber si se volverá, del fanatismo (un tema ampliamente desarrollado en muchas de sus obras posteriores) de los intereses y la corrupción.
Y además cuenta con una prosa socarrona, canalla, pero especialmente en el tercer libro, muy pesimista, un rasgo característico del autor. Por cierto, para aquellos lectores que echamos de menos a Llob, Khadra nos regaló una precuela publicada en 2004: La parte del muerto. No se lo pierdan.

Si te gusta la novela negra y te apetece profundizar, concretamente, en la historia de este género en Argelia, te propongo hacerlo a través de este artículo de Nadia Ghanem publicado en Arablit y que traduje al español para que contáramos con esta información en nuestro idioma.
Por cierto, el momento exacto en el que Rafik Schami pone en boca de Salman los motivos por los que no hay buenas novelas policíacas en el mundo árabe lo encontrarás de la página 245 a la 254 de la novela citada al comienzo de esta reseña. Ahí lo dejo por si te apetece echarle un ojo.
Muchas gracias por tu tiempo. Volvemos pronto con más. Quizá con un viaje por la literatura tunecina traducida al español.